
Elena Garro es conocida por sus novelas, obras de teatro, su activismo social y por sus textos con una gran perspectiva femenina. También es recordada por ser víctima de la represión social por parte del gobierno mexicano, porque criticó severamente el ataque en contra del movimiento estudiantil de 1968.
Esta situación la llevarían al exilio, refugiándose principalmente en Francia. Durante gran parte de su vida escribió una extensa obra literaria. Sin embargo, existen evidencias en donde Garro dejó en claro que su progreso artístico no pudo avanzar como ella quería, debido a que, en ocasiones, Octavio Paz se oponía de manera rotunda:
Yo siempre quise hacer teatro como actriz o como bailarina, pero como Octavio Paz se opuso de esa manera tan feroz, tenía que encontrar el camino para llegar. Entonces se me ocurrió fundar un pequeño teatro. Tenía una fórmula para hacer un teatro muy barato. Entonces yo pensé que haciendo un teatro muy sintético, por ejemplo teniendo un decorado básico para cualquier obra: una ventana, una puerta, una cama, una silla, trajes especiales para la dama joven, para la vieja, para el hombre, para el militar; pensé que con ese decorado mínimo y ese vestuario mínimo podía montar muchas obras. Y lo tenía muy bien estudiado. Cuando fuimos a México yo lo quise hacer, pero no se pudo. Porque se necesitaba ayuda oficial y conseguir el teatro. Entonces Octavio lo consiguió. ¡Ah! ¡Pero se necesitaban obras! Entonces yo escribí seis obras.
Elena Garro
La vida de Elena Garro es tan tenaz, pura e insistente, y esto se refleja en su poesía. Por eso presentamos 5 de sus poemas:
El extranjero
Allá donde encontramos lo perdido Allá donde se va lo que se tuvo Allá donde los muertos están muertos y hay días en que renacen y repiten los actos anteriores a su muerte Allá donde lloradas lágrimas se vuelven a llorar sin llanto y en donde labios intangibles se buscan y se encuentran ya sin cuerpo Allá donde pronto somos niños y tenemos casa y en donde las ciudades son fotografías y sus monumentos residen en el aire y hay pedazos de jardines atados a unos ojos Allá donde los árboles están en el vacío donde hay amores y parientes mezclados con objetos familiares Allá donde las fiestas suceden a los duelos los nacimientos a las muertes los días de lluvia a los días de sol Allá, solitario, sin tiempo, sin infancia, cometa sin orígenes, extranjero al paisaje paseándote entre extraños Allá resides tú, donde reside la memoria.
A A.B.C.
Que cada una de mis lágrimas ahogue en sal cada uno de tus días y cada uno se te convierta en roca y cuando sueñes sólo seas tú solo perdido en las salinas, muerto bajo un viento de sal. Que mires los ojos de la muerte en los ojos que mires y te miren y los caminos intrincados de mis lágrimas de aquel viernes se hundan en tu piel hasta volverte una máscara tatuada. Que ellas tengan la virtud de borrarte la memoria de la dicha y días vacíos encadenen tu tedio. Baste una sola para amargar el más dulce de los frutos y otra para cegarte a la belleza. Una, ligera, leve, se te convierta en roca y todas en río caudaloso en el que nades a contracorriente por todas las edades venideras persiguiendo un punto luminoso engañosa estrella fija como esta inexplicable desdicha de perseguir aquel viernes aquel balcón de piedra aquel adiós aquel árbol flotando solo en el aire nocturno alejándose más a medida que avanzo en la memoria.
El llano de huizaches
¡Elena! Oigo mi nombre, me busco. ¿Sólo esta oreja queda? ¿Ésta que oye mi nombre en un llano de huizaches? ¿Mi nombre, gritado así, a los cuatro vientos, de noche, en el llano de la muerte? ¡Elena! Es raro que descuartizados mis miembros avancen por el llano de huizaches. El nombre ya no los une ni los nombra. Es raro que sigan avanzando y que en el centro esté la boca del vacío. Ahora los llama mi nombre: ¡Ven aquí, nariz de Elena! ¡Ven aquí, brazo de Elena! Sólo la bacinica sigue firme cubriendo la cabeza que sonámbula rueda en el valle de huizaches. ¿Hay todavía un puntapié sobrante? ¿Ya nadie llega a jugar a la pelota? ¿Nadie olvidó un buen escupitajo de colmillo para la cabeza que rueda entre huizaches? ¡Elena! Los llama mi nombre: ¡Vengan aquí, mano pierna pescuezo! Hace años que bailan separados en la tierra de los escupitajos. ¿Hay alguien que guarde todavía un gargajo para ese ojo cerrado a gargajazos? ¡Elena! La voz viene del centro profundo de mi ombligo. Hay quien vive adentro del ombligo y me llama. La voz corre para atrapar los pies que corren entre huizaches y las manos que bailan el baile loco de los dedos locos sin pizarra, sin lápiz, sin niño, sin amante. Me busco. Me encuentro. Colgado de una rama seca está uno de mis labios. Y ahora por allí corre la lengua que recitaba las lecciones del colegio: Rosa, rosae… ¿Qué hará allí, tan lejos del pizarrón, tirada en el valle de huizaches? ¡Elena! Me busco. Me encuentro. Nadie levanta la bacinica que cubre paisajes, pájaros vistos en deslumbrantes copas, el pico de la estrella de la cual colgaba yo y las sílabas de mi nombre meciéndome hacia un pasado y un futuro los dos de oro antes de estar aquí, gritándote a ti mismo en los huizaches. Tampoco hay que mirar por el agujero de la aorta. ¡Señores, un mecate para ligarlo bien!, para que nunca más se llegue al centro de ese corazón que yace luna roja caída en el llano de huizaches ¿Les gustará a las damas y a los caballeros tumbado, iluminando de rojo a los huizaches en el valle en el que rueda mi ombligo como antes rodaron canicas llamándome? ¡Clic! !Clic! !Clic! ¡Elena! Mi espinazo blanco avanza como víbora hacia el pozo negro del vacío. ¿Hay algún tacón de raso, de esos piadosos tacones de raso que llevan las señoras para que aplaste su cabeza? ¡Rosario y decencia en mano, hubo damas! ¡Chequera y decencia en mano, hubo caballeros! El llano, este llano, es para los pelados. Las damas y los caballeros viven en avenidas de cartón y beben sangre de indio. ¡Elena! Me busco. Hay tiempo, el pozo está lejos todavía. Los dientes separados de la encía avanzan a saltitos. Hasta que caiga el último de ellos, hasta que caiga la solemne campanilla que presidió al paladar y a la palabra, no podré responderte. ¡Elena! Te digo que me busco, que me encuentro. Espera hasta que llegue al pozo negro la última de las uñas. ¡Es largo el llano de huizaches! ¡Es ancho el llano de huizaches! ¡Se tarda uno siglos en cruzarlo!
O.
Todo el año es invierno junto a ti, Rey Midas de la nieve. Huyó la golondrina escondida en el pelo. La lengua no produjo más ríos atravesando catedrales ni eucaliptos en las torres. Huyó por la rendija la ola azul en cuyo centro se mecía la paloma. El cielo blanco bajó para ahogar a los árboles. El lecho es el glaciar que devora los sueños. Surgió el puñal de hielo para cercenar minuciosamente la pequeña belleza que defiendo. El sol se aleja cada día más de mi órbita. Sólo hay invierno junto a ti, amigo.
A un pescador
Con tu anzuelo de plata, con las redes tejidas por tus manos sácame a este pescado frío que vive adentro de mi estómago. A la feroz langosta que tiene en sus tenazas mi corazón. Al pulpo cenagoso que navega en mis venas. Al sapo que croa echado en mi silla turca. Al lagarto ojeroso que mastica mis vísceras. A la pequeña sanguijuela instalada en mis ojos chupando sueño. La pesca se cotiza en el mercado y yo dormiré como antes de la invasión de los monstruos.