
Por: Andrea Castillo Pacheco
La prolífica Diane Wakoski nació en California, EU, en 1937. Se graduó en 1960 con una Licenciatura en Artes donde participó en talleres de poesía. Fue allí donde descubriría su convicción hacia la poesía después de leer a muchos de los poetas modernistas que influirían en su estilo de escritura. Publicó su primer libro de poesía en 1962. Fue participe de las inquietudes contestatarias que divulgó la Generación Beat. Cuestionó los más establecidos convencionalismos del sistema de vida americano. Y junto a sus colegas propuso una mística expansión de las conciencias, un cambio individual que fuera la raíz para el desarrollo de un cambio colectivo. Una revolución de pensamiento que despertara a las mentes adormecidas por el consumismo y el desmesurado capitalismo.
Wakoski lleva en su cuenta la autoría de 30 libros de poesía y crítica. Entre estos últimos toma relevancia el que publicará en 1980 bajo el título de Acerca de la poesía nueva. Quizá su obra más famosa (ahora pieza de coleccionistas) sea la secuencia de poemas a Jorge Washington, gran figura histórica de Norteamérica. Además, en una de sus antologías poéticas titulada: The Motorcycle Betrayal Poems (1971) lleva en su portada la dedicatoria siguiente: “Este libro está dedicado a todos esos hombres que alguna vez me traicionaron, con la esperanza de que se caigan de sus motocicletas y se rompan la cara.”
La imaginación poética de Wakoski fue inigualable, de gran originalidad y lucidez. Su poesía incorpora la experiencia social y cultural de una época de contracultura e historicismo.
Los sentimientos de celos, cólera, necesidad sexual, erotismo, avaricia, miedo, destino, y un cosmos derivado de sustancias psicotrópicas que incitan a la reflexión y a la libertad anhelada se repiten constantemente en imágenes cambiantes que derivan de la realidad contemporánea presentes en su poesía.
Sobre su convicción de oficio, Wakoski escribió:
El poeta es un ser apasionado que vive calladamente, que sabe muy bien lo que quiere. Es el amor o algo que lo forma, es un guijarro que toda su vida se está puliendo, o puede ser vivido y forjado alrededor de su cuerpo (como lo desearía un cangrejo o un caracol). El o la poeta desea sólo la sensación del amor, de posar sus ojos en la superficie del mundo y ver, más allá del amor, y de todos los cambios, los diferentes caminos que conducen al mismo lugar: el del amor que nunca se va sin regresar.
Diane Wakoski
HISTORIA
Un hombre me preguntó la historia de mi vida. Dije que yo no tenía historia. Que todas mis historias eran vidas, como hongos, aparentemente sin raíces, aunque las esporas, microscópicas, que bailan en la tierra como mi mano roza tu cara mientras duermes, ya no son misteriosas; y recordé que todas mis historias son una sola, dejando a una mujer con un puñado de plata que se vuelve luz de luna desvanece como el aire, desaparece con el sol, permaneciendo ella con sus manos abiertas y la poesía que es música, una canción que nos ronda a todos es lo que le queda, su realidad misteriosamente, quizá microscópicamente, ida para aparecer en otro terreno pantanoso. Yo busco al mago que entienda lo que es invisible al ojo desnudo, que lea la poesía como un texto para una nueva especie de jardín, que convierta la luz de luna en un puñado de plata, en algo sólido y real, no en ilusión, no en viejas historias, no en la vieja versión de la vida, no en hongos venenosos. Hongos, comibles, hermosos, que dejan caer las esporas y dan vida justamente como nosotros. La historia de mi vida es que continúa.
MI CERTIFICADO DE BODA
Hay sombras que parecen peligrosas manchas en tus pulmones llenando un retrato tuyo que tengo en mi mente.
EL MECÁNICO
La mayoría de los hombres usan los ojos como metrónomo para marcar el compás del caminar de una mujer cómo sus caderas se ciñen contra la tela, igual que los higos en el árbol justo antes de reventar sus moradas pieles, para medir qué tanto de su andar emplea en la cama de noche, la jarra del cielo llenándose de vía láctea centellea cada vez que ella mueve los labios. pero, claro, los secretos no son los golpes obvios en la canción que cualquier baterista puede dar oyendo la velocidad del motor —hecho también de golpes— tan rápidos, sutiles, supongo, que llegan como un sonido continuo o el corazón que, por supuesto, golpea sin ventilador que lo mantenga fresco; es una prueba, un ritmo, que no podrían ver aquellos ojos medidores aunque tal vez haya algunos con dedos y oídos tan cerca de los motores con aceite limpio circulando por los oídos que depure la sesera, quizás algunos... puedan decir en qué consiste el secreto sangrar de una mujer Como mujer con estrellas untuosas en todos los puntos de mi piel nunca podría fiarme de un hombre que no fuera mecánico; un hombre que usa sus ojos, sus manos, escucha al corazón.